Ser consciente de uno mismo es “ser consciente de nuestros estados de ánimo y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo”.
Reconocernos, comprender nuestras emociones y valorar nuestras actitudes y aptitudes es clave para lograr un buen estado de salud emocional durante toda su vida.
El autoconocimiento es la llave que abre la puerta de la plenitud emocional. De hecho, una vez que adquirimos esta habilidad, podemos estar seguros de que vamos a tener siempre una estrategia de regulación emocional a nuestro servicio.
Por eso, es de gran importancia cultivar revisar nuestra visión de las cualidades que poseemos y deseamos, así como nuestras prioridades. Para ello debemos tener en cuenta estos aspectos:
1-Una persona no es lo que los demás piensen de ella
Creer que somos lo que opinan de nosotros en un error muy común tanto en el pensamiento infantil como, por supuesto, en el adulto. Tendemos a poner etiquetadas a casi todo, incluso a las personas.
En un principio, estas clasificaciones pueden suponer en un ahorro importante para relacionarnos con el mundo. Sin embargo, hacen mella en el reconocimiento de nuestra identidad y nos acabamos creyendo que básicamente somos el alto, el gordo, el guapo o el inteligente.
Esto, por supuesto, no define a una persona pero sí que acaba determinando sus comportamientos y sus pensamientos si está, durante un largo tiempo, sometido a las etiquetas y a las expectativas externas.
Para esto es clave que entendamos que, al igual que nosotros disponemos un mundo interno muy diverso, los demás también lo hacen.
Si un niño comprende que su compañero de clase no es solamente “el que mejor juega a fútbol” sino que también piensa, sienta, ríe y llora, entonces tendremos la mitad del camino hecho para que comprenda que todos somos mundos independientes.
2-Hay que ser uno mismo sin hacer daño a los demás
“Conocer a bien a los otros es inteligente, conocerse bien a sí mismo, es sabiduría”.
-Einstein-
Debemos comprender que antes de que una emoción se manifieste (por ejemplo, el enfado), nos ha dado un montón de avisos y se ha mostrado, sutilmente, a muchos niveles.
Podemos usar la metáfora de la receta para ilustrar esto. Esta consiste en reflexionar sobre el sabor de nuestras emociones y, poco a poco, reconozcamos cada uno de los ingredientes. Podemos empezar el juego por delante o por detrás, es decir, con el plato cocinado o sin cocinar y, así, desgranar cada ingrediente o matiz que compone el sabor de la emoción.
3-Los propósitos no nos definen, nuestras actitudes sí
Es bastante común que realicemos a los niños la maravillosa pregunta: “¿qué quieres ser de mayor?”. Entonces ellos nos contestan: médico, enfermera, peluquera, carpintero… Luego, como mucho, les preguntamos que por qué quieren serlo.
Al fin y al cabo el “querer ser de mayor…” es un juego de niños pero.., ¿eso les define? Por supuesto que no. No somos lo que logramos ni lo que queremos lograr, sino que estamos gestionando de forma constante nuestra identidad.
Tenemos que entender que la búsqueda y la actitud serán lo que conformen nuestro futuro, no nuestras expectativas o anhelos. Debemos permitirnos un tiempo para explorar mentalmente nuestras posibilidades y el camino que queremos recorrer, fomentando siempre una actitud proactiva e independiente hacia el futuro.
4- Es importante reservarse un espacio propio e íntimo cada día
«Ver es algo más que mirar. Ver consiste en advertir los detalles. Para ver bien una flor se ha de mirar con lupa, por dentro».
–Alain (filósofo y ensayista francés)-
El reconocimiento de su estado anímico y de sus pensamientos hará que desarrolle sus competencias socioemocionales de la manera adecuada.
No obstante, alcanzar este grado de desarrollo emocional requiere que invirtamos tiempo y esfuerzo. Lo primero que tenemos que hacer es evitar contaminar este proceso por las prisas y las malas costumbres que mantiene la sociedad actual.
Hay que facilitar y favorecer la adquisición del hábito diario de reflexionar sobre lo que hemos hecho, cómo nos hemos sentido, qué cosas son las que nos gustan y cómo podemos conseguirlas.
Se trata de reservar un momento al día para pensar sobre nuestro día, sobre nuestras apetencias y sobre nuestros disgustos.
“De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a sí mismo”.
-William Shakespeare-