Cuando se inicia un proceso terapéutico, siempre realizo el mismo “preaviso”, por decirlo de alguna manera. Este preaviso consiste en manifestarle claramente al paciente que el proceso que está iniciando requiere compromiso e implicación. Esto quiere decir que se exige trabajo y esfuerzo más allá de la hora semanal o quincenal en la que nos encontremos. A la persona que acude a terapia se le pide actividad, no pasividad.
Para que la desconexión entre sesiones no sea tal y se siga una línea de trabajo, las tareas entre sesiones son indispensables. Se repite las veces que haga falta, pero, sin duda, no siempre la repetición surte el efecto que deseamos.
Si estas tareas no se realizan, el desánimo va creciendo y la persona retorna a su estado inicial con facilidad. Sin realizar las tareas, no se van poniendo en marcha los mecanismos o procesos necesarios para generar un cambio.
Quien ya ha tratado conmigo, sabrá que “en el inicio y en el durante de la terapia” es habitual que diga “no te olvides de mí”, manifestando que lo principal es que la persona esté implicada en su proceso.
Cuando el proceso terapéutico va llegando a su fin, la misma frase la transformo plasmando la idea: “lo mejor que puedes hacer es olvidarte de mí”. Es decir, lo mejor que puede pasar es que la persona ya tenga integrada una nueva manera de funcionar en su vida y que los aprendizajes se hayan ido generalizando de tal manera que me mantengan en el recuerdo como la persona que ayudó a transitar ese camino y a la que se puede recurrir cuando se necesite.
Juntos, terapeuta y paciente, buscamos las mejores herramientas para garantizar este compromiso, pero es necesario tener muy presente que el proceso terapéutico necesita continuidad. Sin continuidad, la terapia pierde fuerza, fuelle, valor.
Los psicólogos no aconsejamos, no decimos qué hacer o no hacer. Vamos ayudando a abrir puertas que esclarecen opciones y aportan visiones diferentes. Con nuestro trabajo, ayudamos a desenredar ciertos nudos, pero la ejecución, el desenredo, es vuestro.
De verdad, vivo con tanta intensidad mi profesión que pocas cosas hay que me parezcan tan bonitas como adentrarse en la vida de una persona. ¿Qué puede haber más intenso y fascinante que vivir varias vidas e historias en un mismo día junto a personas que te confían lo más profundo de su ser? Gracias por tanto a todas aquellas personas que compartís conmigo vuestros pesares y alegrías.